En tu primer aniversarioEn tu primer aniversario

¡ A mi madre !

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Desde esta noche una luz brilla en el cielo más que el sol, más que la luna ni cualquier astro que la habita. El cielo está de enhorabuena y nosotros, en la tierra, lloramos desconsolados por haberte perdido.

 

El día 23 de Agosto del 2012 (sobre las once de la noche), fue ese día que durante toda mi vida no quería que llegase nunca, pero sabía que algún día tenía que ser. Ese día en que decidiste dejarnos, no solamente huérfanos por quedarnos sin una madre, huérfanos porque se nos ha ido nuestro máximo soporte, nuestra alegría, en fín, gran parte de nuestra vida. Se nos ha ido la columna vertebral de nuestra familia, la que estuvo al lado de cada uno de los integrantes de nuestras últimas generaciones. Por tus 90 años de vida transcurrieron las generaciones de tus padres (los acompañaste como buena hija, hasta sus fallecimientos), la de tu marido (siempre a su lado, hasta en el lecho de la muerte), la de tus hijos (sufriendo el dolor de despedir a una hija antes de tiempo), la de tus nietos y la de tus bisnietos. Siempre al lado de todos y cada uno de los que compusimos y componemos esta gran familia de cinco generaciones, donde tú sin lugar a ningún género de dudas, has sido su elemento principal, fundamental, su luz, su guía y su sostén.

 

De ti aprendimos todo, y todo bueno. Tu fuerza de voluntad por sortear todos y cada uno de los problemas que surgían para llevar cinco hijos para arriba. Tu alegría por la vida, por disfrutar todos los buenos momentos que al principio esta vida te negaba, y por ver el lado positivo en aquellos que venían torcidos. También aprendimos tu entereza, tu nobleza, tu amor por los demás, tu dedicación, no solamente por tus hijos, sino por todos aquellos que tuvieron la suerte de conocerte y rodearte.

 

Creo que al principio de tu vida, Dios te hizo sufrir más de lo normal, negándote una infancia plenamente feliz rodeada de tus padres y hermanos. Tampoco te permitió saborear la felicidad en la creación de tu propia familia, arrebatándote a tu marido a los apenas diez años de casada y dejándote sola al frente de cinco crios, el mayor con diez años. En tu madurez, Dios quiso que la tuvieras que dedicar íntegramente a sacar adelante a tus hijos, trabajando en tu oficina, trabajando en tu casa, y pasando penurias económicas para que no nos faltara de nada. Pero Dios al final quiso ser un poco justo contigo, y creo que te brindó la posibilidad de disfrutar de las alegrías de la vida plenamente, en tu vejez. En tu jubilación, tuviste tiempo para recoger y disfrutar de los frutos de tu inmenso trabajo, pudiste tener tiempo para disfrutar de tus hijos lo que hasta esa fecha no habías podido, del nacimiento y educación de tus siete nietos, y hasta pudiste saborear, aunque poco, de la felicidad de ver nacer a tus bisnietos.

 

Al quedar viuda tan pronto, tú has sido para nosotros nuestro padre y nuestra madre. Ahora te puedo decir que lo hiciste a la perfección. Nos sacaste adelante con entereza y con dignidad. Nos diste a todos la oportunidad de formarnos, de disfrutar de una verdadera familia unida, de ser personas honradas, todo eso te lo debemos a tí.

 

Supongo que como cualquier buen hijo, el decir que tú has sido la mejor madre del mundo no tiene mucho valor, porque todos decimos lo mismo. Pues bien, habrá habido muchas otras madres excelentes, pero te aseguro que yo he tenido la mejor madre que se podía haber tenido. Te aseguro que no hay nada que borraría ni cambiaría de la labor que has hecho como madre. Fuiste la madre perfecta, y por ello doy gracias a Dios porque me hubiese permitido disfrutarte tantos años de mi vida.

 

De tu vida me quedo con todo, no desecho nada, porque todo lo hiciste bien. Dos días antes de que nos abandonases, cuando ya no podías ni hablar, por varias veces abriste tus grandes ojos azules y me quedaste mirando fijamente. Me acuerdo que yo te di dos besos conteniendo mis lágrimas. Algo me decía que te estabas despidiendo y con la bondad que abanderó tu vida, me estabas dando las gracias por haber respondido como hijo. Posiblemente yo hubiera querido haber sido un hijo mejor, un hijo excelente, porque tu lo merecías, pero con la humildad y bondad que siempre te caracterizó tu me hiciste llegar la sensación de que había cumplido con las expectativas que tenías para un hijo tuyo. Te lo agradezco y espero que mis impresiones fueran ciertas, porque como dije, te merecías todo lo bueno y mejor que pudiéramos ofrecerte. Creo que hiciéramos lo que hiciéramos, siempre estaríamos en deuda contigo.

 

Estoy seguro que tu no necesitas que se rece en este mundo, para que como dicen, exculpes tus penas de la tierra y llegues antes al reino de los cielos. Si realmente existe una justicia divina, se que tú has ido directamente al cielo, porque mejor cristiana no has podido ser, no tienes ninguna culpa ni pecado del que arrepentirte. Tú te has ganado un lugar privilegiado del cielo, y desde ahí espero que nos sigas guiando y ayudando en esta vida y podamos algún día volvernos a juntar.

 

Ahora, disfruta ya por fin de tu marido, mi padre, y de tu hija, mi hermana. Deseo encontrar algún día esa fe perdida, que me permita pensar que en un futuro me reuniré con vosotros.

 

No te olvidaremos, no te olvidaré.

Vigo, 23 de agosto de 2012